Desde Hong Kong:
Hoy me bebo una cerveza Tsing Tao o dos para celebrar el cumple de mi Habana, o mejor escrito, de nuestra Habana. La ciudad pertenece a quien la habita y a quien la camina, aunque sea por unos pocos dÃas, como también es del que siempre la lleva en el corazón.
La Habana me tocó por nacimiento y por mucho tiempo, ya nadie me la quita de encima. Tengo que lidiar con lo bonito y con lo feo, cual mapa genético. He aquà la gran diferencia entre los que la visitan por unas horas, le hacen fotos, la aman por unos instantes, se marchan y yo.
Esta capital es mi pasión y mi dolor. Cada columna que se desintegra desaparece para siempre, igual que un amor que se acaba y del que quedan imágenes temporales en la memoria y cuentos que se tornan vagos. Muchos de sus habitantes la prefieren como una relación breve, ya que sueñan con irse a otro mundo más limpio, más rico y más organizado.
La Habana es fuerte y testaruda, se construyó con sangre criolla y por aventureros del mar. Como mismo se edificó se cae, con peculiar elegancia, caos y orgullo. La ciudad enferma y arrugada se consume lentamente, se nos va abajo pero no del todo, esa es su mayor venganza. Su ruido y su música nos atrapa porque como una señora divertida, sabia y nada cuerda, tiene su historia.
En su dÃa pido por su salud: que no se nos muera La Habana, caballeros! Qué yo quiero que me vea al llevarle flores!