Cubapop
Life, Culture and Travels from the perspective of a Cuban
Arriba las Luces, Abajo los Fuegos

-¡Se fue la luz otra vez!- diríamos en Cuba, asombrándonos (o no) de que el ventilador y la música han parado. – ¿Hasta cuándo será esto? ¿Será que están arreglando algo (me asomaría al balcón enseguida a ver si veo un camión de la empresa eléctrica) o esto es un apagón para toda la población?.

Nunca se sabe. En Cuba se danza así. Sólo quedaría esperar. Te adaptas o te vas (de la casa, del país).

Siempre saldría del apartamento y gritaría: -¿Hay alguien en el elevador?. Si vives en un edificio y tienes la suerte de que el ascensor funcione, una que otra vez un vecino se queda atascado entre plantas…  el viejo elevador OTIS se puede abrir con un destornillador, si sabes como maniobrar la puerta.

Desde que vivo fuera de Cuba la linterna se guarda con las cosas de acampar y las velas no me sirven para más nada que decoración. Las pocas veces que he tenido apagón ha sido planificado y anunciado a los vecinos una semana antes.

Se toman medidas para que los “afectados” no estén incómodos, hay luces en las escaleras del edificio, señalización y el agua no falta porque hay generador. Una situación de este tipo es un juego de niños para los cubanos, unas vacaciones en un hotel de Varadero.

Hoy, por primera vez desde que vivo en este apartamento, tuve que usar las escaleras porque están haciendo arreglos (igualmente planificados y anunciados) y mientras bajaba notaba las bocas de incendio en cada planta. Ya se sabe que en San Francisco se toman muchas más precauciones por ser zona de terremotos pero ver esto me obliga a pensar: – ¿qué precauciones se toman en La Habana?

-¿Qué seguridad tiene la gente que vive en edificios si no hay ni siquiera alarmas para incendios? Si algo coge fuego, cuándo y cómo se entera el vecino de abajo?

Los cubanos estamos vivos de milagro. Si ya está más que demostrada la falta de ambulancias en la ciudad, cuántos camiones de bomberos tenemos? Cuánto se demoran en llegar?

Me pregunto si se hubiera podido salvar mucho más de la conocida Farmacia Johnson de la Calle Obispo, en La Habana Vieja. Cuando me enteré del fuego y de que no quedó apenas nada de su madera original casi no lo pude creer.

A veces creo que es una locura cocinar estos pensamientos cuando no puedo hacer nada, cuando quizás sólo logro atormentarme.

Ya sé que el cubano se ríe de su desgracia, busca (y encuentra) la manera de ser optimista. En Cuba nunca fui de los que se conforman y no protestan pero encontraba mi paz, casi siempre. El haberme ido del país me aleja un poco de esta mentalidad y pienso que mientras más años pasen menos tolerante seré a estos problemas.

 

 


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