Cubapop
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Poemas sin nombre
Categories: Poesia Cubana

Dulce Maria Loynaz (1902 – 1997) es la escritora que busco y encuentro cuando mi alma quiere soñar con casas mágicas y jardines llenos de rosas. La ternura de sus versos y el puro contacto con la naturaleza y los sentimientos humanos hacen que su obra sea de mis preferidas.
Desde temprana edad siempre tuve la certeza de que esta señora llevaba el nombre justo. La dulzura desborda su obra pero a la vez hay un toque melancólico y nostálgico en todo lo que ha escrito.

Nunca la conocí, ni la vi siquiera de lejos, pero me siento a leerla y de alguna manera sufro con ella. Fue una mujer elegante, no se si testaruda, pero me atrevo a jurar que sí. Arte heredó y sangre de valientes le corrieron por las venas.

Durante varios años, después de su muerte, pasaba yo casi diariamente por su casa del Vedado, camino a la escuela y me figuraba una luz intelectual bordeando la semi destruída mansión.

Aquí dejo un rayito de esa luz y magia que a muchos nos proporcionan sus escritos como manera de agradecerle por su poesía que ahora, como antes, también nos pertenece.

 

POEMA LX

De las veinticuatro horas del día, siempre te dejo una para que puedas irte, si lo quieres.

Si me das veintitrés horas de cada día tuyo, bien puedes conservar una sola para pensar en ella, si están las otras veintitrés bien empleadas.

Esa es la hora tuya, y de tal modo la respeto, que casi me privo de respirar, a fin de que ni mi aliento turbe o te desvíe.

Es la hora en que yo me borro a mí misma, en que yo me sujeto el corazón y me vuelvo de espaldas a tu tiempo, de cara a la pared, para esperar trémula, ansiosa, esa hora que dura todo un siglo…

Cuando ella pasa vuelvo a abrir los ojos, y, viéndote a mi lado todavía, te saludo entonces sin gestos, sin palabras, como un nuevo milagro, para mí sola florecido.

Es un milagro que se hace todos los días sin gastarse, sin que la angustia deje de ser angustia, ni la alegría deje de ser una maravillosa, pura, estrenada alegría. (DML)

 

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